Una vez más la música ha sido la excusa perfecta para realizar un viaje a una ciudad desconocida. Esta vez tocaba ver a los inmensos Tedeschi Trucks Band, que en este otoño de 2022 han estado (están, de hecho) de gira europea. Un plan perfecto: cuatro días en Dublín con uno de mis mejores amigos en una ciudad impregnada por la música.

Desde esa lira omnipresente que podemos encontrar en su escudo nacional o como imagen de marca de Guinness o de Ryanair hasta sus innumerables pubs con música en directo (entraré más adelante en detalle sobre este asunto), la ciudad supura música por sus cuatro puntos cardinales.

Algunos datos prácticos

Datos de noviembre de 2022, para que os sirvan como referencia.

  • Vuelo: directo desde Madrid, comprado con poca antelación, con Ryanair. Unos 200€. Mala planificación por nuestra parte.
  • Hotel: en Fishamble Street, una de las calles que delimitan el archifamoso barrio de Temple Bar. Tres noches por unos 350€. En la media.
  • Una pinta: entre 5€ y 6€. Pocas fueron las que pagamos por debajo de 5€. Y eso que lo intentamos entrando en todos los pubs que veíamos.
  • Comidas: alrededor de unos 16€ por un plato de estofado de ternera con puré de patatas (uno de los pocos platos típicos de la ciudad). Con eso vas que chutas para patear esta ciudad tan cuca.
  • Desplazamiento desde el aeropuerto: hay, que yo conozca, dos empresas que operan autobuses que van directos al centro de la ciudad. Una es Dublin Express y la otra es Air Coach. Cogimos la primera, sin ningún motivo más allá de que era la más cercana a la puerta de salida. La ida y la vuelta desde el aeropuerto a la zona de Temple Bar fueron 12€ por cabeza.

El origen de Temple Bar

Este asunto tiene guasa: ¿qué imagen es la primera que nos devuelve cualquier buscador cuando buscamos Dublín? La sempiterna esquina del Temple Bar ¿verdad? Ese pub tan castizo, pintado de rojo inmaculado, en la confluencia de dos calles empedradas.

Uno, es normal, se pregunta cómo puede haber sido que un pub dé nombre a todo un barrio. Qué importancia ha podido tener en esa zona para que una marca comercial se expanda a toda una barriada.

Pues ni una cosa ni la otra. Aquí tenéis el por qué del nombre de este barrio:

Temple es el apellido de William Temple (1555-1627), una importante personalidad (filósofo, canciller, secretario de estado, preboste del Trinity College..) que desembarcaría en Irlanda en 1599. Ya establecido en Dublín decidió construir su hogar en unos terrenos de la orilla sur del Río Liffey.

Barr era como se llamaba en el Siglo XVII a un estuario arenoso. Y dado que la casa del anterior señorito tenía su embarcadero en esa zona concreta, el populacho comenzó a llamar a la zona comprendida entre las calles Westmoreland y Fishamble Temple’s Barr. Por la economía que todo lenguaje padece, Barr se acortaría progresivamente hasta Bar.

Cuatro días en Dublín

Esta placa se encuentra en el exterior del famoso pub.

Y aquí ya le ponemos el lazo al asunto viendo cómo unos empresarios con más ojo que cien halcones deciden denominar a su pub (en funcionamiento sólo desde 1840, una fecha muy reciente para los pubs que podemos encontrar en el país) «The Temple Bar». Voilá. Se obra la magia y pasa a ser sinónimo de la ciudad.

Nosotros, orgullosos madrileños, decidimos que no nos gastaríamos ni un euro allí. Ja.

A lo que no pude resistirme, disculpadme, es a la foto.

Cuatro días en Dublín

Nos quedó la duda de si esta abreviatura de «Barr» es lo que ahora hace que llamemos bar a cualquier establecimiento que sirva bebidas alcohólicas. Habrá que rastrearlo.

Vale, googleado: no, proviene de «barra» (pero que viene a su vez de bar, en inglés). Qué jaleo. Leedlo aquí.

Catedral de San Patricio

Se trata de una de las tres catedrales con las que cuenta la ciudad. Entramos en ésta por ser quizá la más antigua y la que posee un nombre con más peso: nada más y nada menos que San Patricio, el patrón de Irlanda.

Cuatro días en Dublín

Permitidme una reflexión sobre los edificios religiosos dublineses, y más concretamente sobre San Patricio: aunque preciosa y espectacular como (casi) todas las catedrales, no esperéis edificios que parecen querer tocar el cielo (uno de los mejores ejemplos en España lo tenemos en mi querida Catedral de León). Son más bien de aspecto achaparrado, más pequeñas en altura y extensión. Desconozco los motivos, pero si alguien tiene a bien explicarlos en los comentarios, agradecido quedaré.

El precio en noviembre de 2022 por la entrada fue de 8€, con audioguía incluida. En la catedral, a modo de resumen quizá demasiado resumido, podemos encontrar varias cosas que a mí me parecieron especialmente atractivas. Os cuento sólo tres de ellas:

  • Banderas de diferentes batallones ingleses de la I Guerra Mundial. Cuesta creer que esas banderas estuvieran, de facto, en el frente de batalla (se pueden apreciar agujeros de balas en muchas de ellas);
  • También banderas de los Caballeros de la Orden de San Patricio, orden creada en 1783 por Jorge III que, sorprendentemente, sigue vigente (aunque el último caballero nombrado fuera en 1936);
  • La tumba de Jonathan Swift, el creador de Los Viajes de Gulliver, un libro que pretendía ridiculizar (tal y como hiciera El Quijote siglos antes con los libros de caballería) la literatura de viajes tan en boga por aquellos años. Don Swift fue deán de la Catedral y allí descansan sus restos, a la derecha de la entrada.
Cuatro días en Dublín

Estandartes y yelmos de una de las bancadas de los mencionados Caballeros.

El Libro de Kells

Entradas aquí y sólo aquí.

Cuentan en este recomendadísimo podcast de Radio Nacional que ir a Dublín y no visitar el Libro de Kells, en el Trinity College, es como ir a París y no visitar La Mona Lisa. Así que allá que fuimos. Y es que manda santas gónadas: hablamos de un libro que ha sobrepasado los mil doscientos años.

Robado, desaparecido, desprovisto de las joyas que originalmente lo cubrían, el caso es que está expuesto al público, en una de las bibliotecas más grandes del mundo.

Cuatro días en Dublín

Imagino que por temas de conservación del libro, cada poco tiempo las hojas del susodicho van siendo pasadas… Pues bien, lo que bromeaba antes de entrar con Álvaro (ya verás como nos toca ver el índice en vez de esas ilustraciones tan guapas) fue poco más o menos así: el día de nuestra visita el libro mostraba un par de páginas de texto. Bien, sí, pero… Coño, uno quiere ver esas ilustraciones tan increíbles hechas siglos atrás.

Por suerte para nosotros recientemente ha sido digitalizado en su totalidad y podemos disfrutar de él desde nuestras pantallas:

Los irlandeses, que tontos no son, muestran en la biblioteca (en la planta superior, a la que accedes desde la sala oscura donde está expuesto el libro, bajo estrictas medidas de obvia seguridad) un facsímil del Libro de Kells. Y como buen facsímil que es, muestra todos y cada uno de los detalles, deterioros incluidos.

Aquí una foto de dicha obra (ésta sí, es fotografiable):

Cuatro días en Dublín

Disculpad el alto grado de ruido de la imagen, pero tiré a ISO 10.000 para que no saliera trepidada. La sala principal de la biblioteca es realmente oscura, como podéis apreciar un par de imágenes más arriba.

La biblioteca de Chester Beatty

Una colección privada, con objetos de todas las eras y todas las religiones, que quita el hipo. Página en construcción, en breve la comparto, ya que son tantas las fotos que hice que quiero dedicarle una entrada en exclusiva. Baste esta imagen para que os hagáis una idea de lo que podéis encontrar allí:

Cuatro días en Dublín

Grabado árabe datado entre 1306-1315.

Música en directo en la ciudad

Es cierto, prácticamente todos los pubs tienen música en directo, amén de los músicos callejeros (que no vimos tantos en los días que estuvimos, para ser sinceros). El país ha dado una pléyade de artistas de primer orden como puedan ser Van Morrison, Phyl Lynnot (Thin Lizzy), Rory Gallagher, por nombrar a sólo tres.

Cuatro días en Dublín

Museo del Rock’n’Roll Irlandés, quedó por ver: una excusa perfecta para volver.

Pero, PERO: si sois sibaritas musicales, gente que va a conciertos con frecuencia, que disfruta buscando discos y descubriendo nuevos artistas… ay, amigos, entonces os llevaréis una decepción: la mayoría de la música que programan los pubs (al menos los que vimos nosotros) es música para turistas, esto es: un tío con una acústica haciendo versiones más o menos afortunadas de los clásicos básicos.

Sólo deciros que en el Temple estaban interpretando (muy bien, por cierto, una cosa no quita la otra) el Another Brick in The Wall. Y yo, que me jacto de haber visto dos veces a Roger Waters, pues qué queréis que os diga, piratas.

Dublín, una ciudad impregnada por la música

La excusa del viaje, la Tedeschi Trucks Band, una de las mejores bandas del mundo.

Ahora bien: por supuesto, también hay buena mandanga: si queréis ver música irlandesa de (mucha) calidad, acercaros al The Cobblestone, a unos quince minutos a pie de Temple Bar, en la orilla norte de la ciudad. Y si tenéis la suerte de estar el primer martes del mes, no dudéis y comprad una entrada para las sesiones que hacen en una sala anexa al pub. Allí vimos músicos de tremenda calidad en un lugar que, según rezaba un cartel, era un «Listening Gig»: un concierto para escuchar, no para armar barullo de borrachera.

Cuatro días en Dublín

No veáis cómo tocaba el de la guitarra. Ay mamá.

Algunas curiosidades

  • ¿Sabéis por qué el trébol (o shamrock en inglés, y por eso tantos pubs se llaman así, en un alarde de ingenio) es uno de los símbolos de la ciudad? Parece ser que San Patricio hizo el símil de las tres hojas de un trébol con la Santísima Trinidad cuando trataba de convertir a los irlandeses al cristianismo. Acertada comparación, sin duda.
  • El primer puente, el Ha’penny Bridge: cuesta creerlo en esta época en la que viajar a miles de kilómetros sólo supone unas pocas horas, pero el primer puente que se construyó, el que uniría la zona norte y la sur de la ciudad, data de solamente 1816. Hasta entonces la única forma de cruzar el río era en barcazas. El nombre (Ha’penny, contracción de half penny, medio penique) proviene del precio que suponía que una persona cruzara el puente, dando lugar a argucias como el que toda una familia se aupase a espaldas del padre. Su nombre original era el Wellington Bridge, y el peaje dejó de cobrarse 103 años tras su construcción, en 1919.
  • Acentos entre Dublín norte y Dublín sur: y quizá por la falta de existencia de puentes que uniesen la ciudad es el motivo de que Dublín tenga dos acentos tremendamente bien diferenciados: el del sur, más refinado, más británico, y el norteño, donde «pub» se pronuncia «pUb» y no «paf».
  • Origen de la palabra pub: proviene de public houses. Según nos comentó nuestro guía (luego os dejo su interesante canal de Youtube, dedicado a Irlanda), la cerveza se producía y se consumía originalmente en los pisos bajos de las viviendas: la casa que en el pueblecito de turno fabricara cerveza (por cierto, realizada por las mujeres) recibía la visita de los vecinos y los viajeros. De ahí, nos contaba, que los pubs tengan esa imagen tan acogedora y con sus chimeneas, sus libros… ¡eran las plantas bajas de casas!
  • Los Archivos Jedi y la Biblioteca del Trinity College: en la película El Ataque de los Clones aparecen las imágenes de lo que se supone es la biblioteca Jedi. Los creadores prácticamente calcaron la Biblioteca del Trinity College sin, asombrosamente, pedir ningún tipo de derecho. Los rectores de la Universidad estudiaron plantear acciones legales contra Lucas Art por hacer ese uso tan descarado, descartándolo finalmente por vete a saber qué motivos.
    Cuatro días en Dublín

    Biblioteca Jedi y Trinity College.

    A modo de cariñosa venganza, poco después publicarían un pequeño vídeo en Instagram donde se pueden ver los muñequitos de un soldado imperial y de Darth Vader, con la leyenda de «han venido a buscar los Archivos Jedi».

Vamos cerrando

Si comentáis a alguien en el trabajo, o entre vuestras amistades, que vais a Dublín, es bastante probable que os encontréis gente que ya haya estado: en nuestro breve paso por la ciudad nos encontramos más españoles de los que puedas encontrarte en Mallorca. Muchos os dirán que con dos días vais que chutáis, pero NO: esto que he contado aquí fueron cuatro días completos, y nos dejamos multitud de cosas por ver: una de las catedrales, la fábrica de Guinness, destilerías de whiskey, el anteriormente mencionado Museo del Rock’n’Roll… Por supuesto, ni me planteo contar todas las excursiones por los alrededores, acantilados en la otra punta de la isla, etcétera.

La ciudad es pequeña, muy manejable, tremendamente agradable de pasear, pero no os dejéis engañar: como capital de un país que es, tiene por supuesto mucho que visitar y disfrutar.

Estoy seguro que volveré. Brindo por vosotros.

Cuatro días en Dublín

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