Como con la anterior entrada de Beth Gibbons y su maravilloso Lives Outgrown, hoy hablamos de Justin Townes Earle y los discos que duelen. 

El desdichado Justin

Justin Townes Earle es el hijo de Steve Earle, ambos músicos (vamos a llamarles juglares modernos) norteamericanos que navegan con maestría las aguas de la música que su país, ese Estados Unidos al que tanto amo como asco me da, ha regalado al mundo.

Nombrado Townes por Townes Van Zandt, amigo íntimo del padre, el papel del progenitor durante los primeros años de vida del joven Justin se redujeron, básicamente, a eso, a ponerle un nombre, ya que cuando el retoño contaba con dos años, Mr. Earle se largaría y dejaría a madre y al joven abandonados a su suerte.

La vida de este muchacho se antoja jodida cuando sabes que con doce años ya estaba coqueteando con las drogas y el alcohol. Con doce años.

A pesar del abandono del hogar, el influjo de Steve Earle sobre el hijo debió ser mayúsculo, ya que éste seguiría los pasos de su padre e, incluso, formaría parte de la banda del padre.

A ambos se les puede ver haciendo un pequeño papel en Tremé, esa maravillosa carta de amor de la HBO al Nueva Orleans inmediatamente posterior al Katrina.

Al hijo y protagonista de este pequeño artículo, (sí, sagaces lectores, al desdichado Justin) llegué por un episodio de Sofá Sonoro, un programa que algún amigo se había hastiado de recomendarme (lo reconozco: en cuanto a recomendaciones, soy de lento proceder).

Cerrando el capítulo personal y familiar, me impactó mucho ver este homenaje que hace el padre al difunto hijo interpretando una de sus canciones en directo pocos años después de su fallecimiento… No quiero imaginarme qué sentiría ese pobre hombre:

 

Más aún cuando, pocas semanas antes de la muerte por sobredosis, el padre le pidió expresamente al hijo que no abandonara este convento antes que él.

The Saint Of Lost Causes

The Saint Of Lost Causes (2019, New West Records) fue el último disco de este trovador moderno. Un disco por momentos optimista, pero con un velo de desesperanza que lo atraviesa de arriba a abajo, de izquierda a derecha. Estremece más aún cuando lo escuchas sabiendo que el autor, con el que me llevo pocas semanas de diferencia (él, principios del ‘82, yo, finales del ’81), murió de sobredosis de fentanilo y cocaína, dejando mujer y dos criaturas por el camino. Y un buen puñado de discos.

Abre el álbum la canción que da título al disco, The Saint of Lost Causes (curiosidad: el santo de las causas perdidas no es otro que San Judas Tadeo): una canción en clave menor que abruma por su sinceridad. La siguiente es Ain’t Got No Money, un shuffle casi insultante por su sencillez y su ritmo más desenfadado (un shuffle no es más que una de las formas rítmicas más reconocibles del blues y, por extensión, del rock’n’roll).

Ya sabéis que no me gusta desgranar todas las canciones de un disco. Aún así, quiero resaltar dos que respiran el mismo rollo que la que da título al disco: una es Mornings in Memphis, la otra Frightened By The Sound, ambas con su pedal steel tan evocadora, sus acústicas, sus ritmos sin prisas… pequeñas delicias para saborear en infinidad de ocasiones.

Justin Townes Earle y los discos que duelen

El vinilo

Creo que es la primera vez que hablo del soporte físico de un álbum. En este caso, debo reconocer que el prensaje es uno de los peores de mi colección: rebordes del disco mal rematados (bordes que valdrían perfectamente para cortar un cochinillo à la segoviana), un ruido constante, y una cosa que me ha sorprendido mucho: fijaos en el woofer antes de que empiece el disco a sonar en el plato (a ver si se aprecia, que es un gif rápido que he montado):

Justin Townes Earle y los discos que duelen

A modo de curiosidad, es el tercer vinilo que tengo que es «Etched», esto es: vienen dos discos físicos, pero hay música en sólo tres de las cuatro caras. La última de ellas es un grabado con la portada (o con el motivo que al artista le salga de la flor, evidentemente):

Justin Townes Earle y los discos que duelen

Los otros dos discos que tengo en casa y que hacen esta chulada es el Roux-Ga-Roux, de los putos Dewolff (menudo discón, muchachos) o el Villains de los Queens Of The Stone Age (un disco buenísimo que compré porque, para las labores de producción, contaron con nada menos que con Mark Ronson… sí, el que hizo el Back to Black de Amy Winehouse o esa exitosa colaboración con Bruno Mars en el Uptown Funk).

En definitiva, frikadas que no parecerían tener correlación con el álbum del pobre Justin Townes Earle, pero… todo está más interconectado de lo que pareciera. Aunque sólo sea por elecciones de diseño en la creación de un álbum.

Categorías: El tocadiscos

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