Tras un álbum de estudio siempre tiene que haber una gira. Es una norma no escrita ineludible y deseada por prácticamente todos los músicos que se meten a grabar. El Live At The Apollo que hoy nos ocupa es el resultado de las sesiones de estudio del There Will Be A Light (Virgin Records), grabado en 2004.

Además, es el disco que me hizo enamorarme indefectiblemente de ese instrumento tan juguetón y tan lleno de posibilidades llamado lap steel.

El disco

Exterior del Teatro Apollo, Harlem, Nueva York

Exterior del Teatro Apollo de Harlem, Nueva York, en 2019.

Grabado el 12 de octubre de 2004 en el impresionante Teatro Apollo de Harlem (donde tuvimos la inmensa suerte de ver en 2019 a Mavis Staples en uno de los tres concierto-aniversario que realizó celebrando sus 80 añazos) junto a la banda vocal The Blind Boys of Alabama (grupo con todos sus puntos cardinales apuntando al gospel) no es, lo reconozco, uno de los mejores discos de mi colección, pero sí es uno a los que tengo un cariño especial (como comentaba al principio, me hizo enamorarme de la aparente sencillez de la lap steel) y es uno de los mejores discos (de los que pueblan mis estanterías) de este milenio, por varias y poderosas razones:

Es bonito porque está trufado de bellas tonadas, la mayoría del propio Harper (con alguna versión entre las que destaca el Well, Well, Well de Bob Dylan -que nunca llegó a grabar- y otras tradicionales con arreglos de la banda) que pivotan en esas fronteras indefinidas por el gospel, el soul o el rock;

Es orgánico porque hay fallos técnicos fácilmente identificables (por ejemplo: cuando deciden comenzar Mother Pray de nuevo a petición de uno de los Blind Boys), los cuales construyen un paisaje sonoro en el que es fácil imaginarse allí, frente al escenario, y contemplar que, aunque a veces no lo parezca, todos los artistas cometen errores y son, en definitiva, humanos;

Es profundo porque tiene temas y atributos que, a nada que te pillen con el humor adecuado, harán que te enamores perdidamente de ellos (pienso por ejemplo en ese colchón constante que es el hammond, en la lap steel y su rollo tan hipnótico, en esos preciosos coros de los Blind Boys, en la Les Paul de Marc Ford…)

El lugar

El Teatro Apollo de Harlem (Nueva York) es uno de los más famosos e importantes lugares de la música afroamericana: por él han pasado infinidad de músicos, desde Ella Fitzgerald, a Little Richard, Stevie Wonder o Michael Jackson, por citar a sólo cuatro personalidades bien distintas y mundialmente conocidas por cualquier amante de la música.

Abrió sus puertas en 1914 con el nombre de Hurtig & Seamon’s New Burlesque Theater, para mudar a su nombre actual veinte años después, en 1934, cuando decidió abrir sus puertas a los negros de la zona, ya que hasta entonces sólo estaba permitido el acceso a blancos. Con una media de visitas anuales de alrededor de un millón trescientas mil personas, forma parte desde 1983 del Registro Nacional de Lugares Históricos estadounidense. Ya he hablado muchas veces en esta página de cuánto cuidan y miman estos americanos su patrimonio.

Si algún día tenéis la suerte de asistir a algún concierto allí, recordad esta frase que os dirá alguno de los acomodadores que trabajan en la sala: Welcome to the Harlem’s World Famous Apollo.

Y ahora dejadme que os comparta al menos tres fotos de uno de los lugares más llenos de historia musical en los que haya tenido la suerte de estar nunca:

Paseo de la Fama del Teatro Apollo de Harlem

Paseo de la Fama del Teatro Apollo de Harlem. Leed los nombres de las placas.

Invitados durante el concierto de Mavis Staples en el Teatro Apollo (2019)

Invitados durante el concierto de Mavis Staples en el Teatro Apollo (2019). Ella, chiqiutita, de azul y espaldas.

Interior del Apollo durante el concierto de Mavis Staples en 2019.

Interior del Apollo durante el concierto de Mavis Staples en 2019.

La banda

Hoy en vez de hablar de canciones, voy a hablar de la banda. Intuía que aquí había tela que cortar, y efectivamente… el plantel de músicos apabulla. Vamos a comentar un poco sobre cada uno de ellos.

Ben Harper: Pomona, California, Octubre de 1969. Uno de los músicos que, si bien no se encuentra en la primera línea del estrellato, se le conoce a nivel mundial (y quizá sea el lugar adecuado para hacer lo que quieres sin ceder un ápice de tus principios) por sus trabajos con The Innocent Criminals y sus asociaciones con músicos como los Blind Boys, Charlie Musselwhite o su mismísima madre Ellen Harper (con quien ha grabado un disco en la línea de folk intimista muy agradable).

Aunque no me gusta todo lo que ha hecho en su carrera, reconozco (y admiro) el buen gusto que tiene como discos como éste que nos ocupa o el grabado recientemente junto a Charlie Musselwhite, todo un ejercicio de blues extremadamente bien llevado a cabo, sin caer en lo fácil. Y gracias a él me enamoré, como ya he dicho varias veces, del lap steel. Éste soy yo golpeándolo, por cierto.

The Blind Boys of Alabama: Más que un grupo, es toda una institución: cantaron juntos por primera vez en 1939, como grupo coral del Instituto Para los Sordos y Ciegos de Talladega, Alabama (quién lo iba a decir ¿verdad?), su primer disco salió al mercado en 1949.

La nómina de músicos que han pasado por sus filas es extensa y no tiene sentido listarla aquí, más aún si cabe con todos sus álbumes de estudio o los muchos reconocimientos a tan dilatada carrera. Permitidme citar a los que trabajan en este disco: Clarence Fountain (1929-2018), George Scott (1929-2005), Jimmy Carter (nacido en 1932), Joey Williams (el joven guitarrista de la banda, del cual no he localizado la fecha de nacimiento), Ricky Mckinnie (nacido en 1952), Bobby Butler (tampoco he localizado fechas) y Tracy Pierce (bajista y otro de los jovenzuelos de la banda).

ben harper blind boys of alabama

Marc Ford: quizá todos los conozcamos más por su trabajo en los discos seminales de los The Black Crowes: es el guitarra que comparte labores con Rich Robinson en Armorica o The Southern Harmony and Musical Companion. En este álbum hace un trabajo preciso, aparentemente sencillo, respetando cuándo sí y cuándo no hay que darlo todo. Mesura y buen hacer.

Juan Nelson «Bass Boss»: Decía antes del sonido del hammond, de la guitarrita… pero es que este bajo suena poderoso, omnipresente, con un gusto y un groove al alcance de pocos. Qué bien merecido tiene el apodo de Bass Boss este hombre. Ha trabajado con John Lee Hooker, el mismo Ben Harper o Charles Wright. Aquí todos los discos en los que colabora (109 hasta la fecha). Actualizo esta entrada para informar de que ha fallecido hace pocos días, con sólo 62 años: el 9 de junio de 2021 se ha ido uno de los grandes bajistas del universo del rock.

Oliver Charles: Cuando de un músico se dice que es endorser de una marca (representante, vamos), es que estamos hablando de palabras mayores: este pavo es endorser de Yamaha y, aparte de ser el batera oficial de Gogol Bordello o Ben Harper, ha trabajado con otros prendas como De La Soul, Talib Kwali, Mos Def.

Leon Mobley: Percusionista y baterista de Ben Harper desde 1993, es un estudioso de los ritmos africanos, formado durante años a la sombra del percusionista nigeriano Babatunde Olatunji.

Jason Yates: El teclista que lleva trabajando prácticamente toda la vida con Ben Harper y el diseñador de la portada (por estas cosas son por las que merece la pena tener el disco original: por leer las letras pequeñitas de los créditos y saber quién está detrás de cada cosa). También ha prestado sus deditos a gigantes de la escena como Taj Mahal, Macy Gray o Toots & The Maytals.

Pues eso. Todos mancos. Todos legos.

Por último, esta música (cualquiera en realidad) merece ser escuchada con unos buenos cascos.

Categorías: El tocadiscos

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